febrero 10, 2019

[TRADUCCIÓN] xH- ANOTHERHOLiC - Capítulo 3 AFTERHOLiC - Parte 5.

 
Traducción: Shunichi

Corrección: Lindix


ANOTHERHOLiC
LANDOLT-RING AEROSOL


CAPÍTULO 3 "AFTERHOLiC"



Las clases del día habían terminado sin dificultad, Kimihiro Watanuki dejó las instalaciones de la Escuela Privada Cross y se dirigió hacia el área de compras más cercana. Planeó hacer nabe para cenar esa tarde y necesitaba suministros. Su jefa no había especificado exactamente qué tendría que contener el nabe, así que Watanuki se había decidido por pato. Y como él iba de paso, también podría recoger hojicha. Él estaba seguro de que había una tienda de té decente en esa área.
Al final del día, una gran cantidad de asientos ya habían sido ocupados por estudiantes que comenzaban a llegar. Pero muchos de esos asientos permanecieron vacíos, y el de Himawari Kunogi era uno de ellos. Alrededor del ochenta por ciento de la motivación de Watanuki por ir a la escuela era para ver la cara de Himawari-chan, así que eso lo dejó abatido.
O debería estarlo.
“Pero…”
Había un pero muy grande.
Él no podía ver espíritus.
Ni uno.
Ninguno.
No importaba cuán lejos miraba, él no podía ver ni una sola cosa.
Era la primera vez que le pasaba a Watanuki. Sin importar la condición en la que se encontrara, ni con que se enfrentara, él jamás había pasado tanto tiempo sin ver algún espíritu.
Se sintió ligero, tan ligero como sus emociones.
Como si tuviera puesto la piel de alguien más.
Su cuerpo, su mente, cada célula de su cuerpo se sentía como si fuesen liberadas. En otras palabras, él estaba de buen humor. La ausencia de Himawari estaba en una dimensión completamente diferente…
Sin embargo.
“Inesperadamente así… estoy más confundido que feliz. ¿Qué está ocurriendo?”
Aparte del hecho de que no podía ver espíritus, los ojos de Watanuki parecían estar funcionando con normalidad. Nada inusual, nada fuera de lugar. Pero eso solo hacía el asunto más confuso. Los espíritus siempre estaban ahí, siempre presentes – simplemente así era el mundo de Watanuki. Para que ellos repentinamente desaparezcan… ¿Qué podría significar?
Serizawa y sus otros compañeros no sabían acerca de los ojos de Watanuki… así que no había nadie con quien él podía hablar sobre esto. La única persona en la escuela a quien se lo podía compartir era el presidente de la clase del siguiente salón, un individuo que sin duda se vería como algún tipo de perro verde si estuviera en un anime basado en un trabajo de Shigeru Mizuki, pero cuando Watanuki había ido a encontrarlo a la hora del almuerzo, él había estado ausente, así como Himawari Kunogi.
Esto debe ser lo que llaman insolación del demonio.
Bueno. Puede ser un poco desconcertante, pero si él le preguntaba a su jefa, ella lo aclararía todo. Él no tenía idea de cuánto tendría que pagarle por eso, pero ¿qué más podría hacer? El precio sería justo; con Yūko Ichihara, siempre lo era.
El trabajo de Kimihiro Watanuki.
En la tienda donde los deseos eran concedidos.
La tienda propiedad de Yūko Ichihara.
“Si hago un buen nabe y la pongo de buen humor ella podría aclarar todo gratis. En cualquier caso, no puedo estar tranquilo hasta saber por qué pasó. No puedo decidir cómo reaccionar ante esto…”
Terminó de hacer sus compras y se dirigió directamente a la tienda.
Había tardado más tiempo en escoger los ingredientes de lo que había pensado, pero aun así debería estar a tiempo.
Aun así.
Mientras Watanuki caminaba, miró hacia adelante.
No importa lo que esté pensando, tenía que mirar al frente cuando caminaba – y no había espíritus en frente de él.
Cosas que naturalmente habían estado ahí…
…ahora naturalmente ya no estaban.
El no ver espíritus le hizo darse cuenta lo mucho que formaban parte de su vida cotidiana. Y a pesar de su buen humor, estaba un poco nervioso.
Se detuvo, y miró hacia arriba.
El cielo.
Nubes blancas – Sol cegador.
Cielo azul claro.
Cosas ordinarias.
Pero él nunca había visto el cielo así. Para Watanuki, el cielo era el dominio de los espíritus, su nido, y nunca estaba de azul claro, sino que siempre era un azul sucio. Un cielo vacío era una de las cosas poco probables en el mundo. Las nubes y el sol simplemente eran el trasfondo para los espíritus. Él nunca había sido capaz de mirar las estrellas con tranquilidad. De hecho, el número de espíritus incrementaba dramáticamente por la noche. Hasta las personas sin interés en la astrología podían encontrar la Osa Mayor y Orión, pero a través del filtro de espíritus él apenas podía hallarlas. Lo que significaba que su viaje de primaria al observatorio había sido una pesadilla.
Miro hacia abajo de nuevo, y luego a su alrededor. Revisando todo lo que se podía ver.
Entonces…
“Wow… el mundo…”
 

El mundo era tan grande.
 

Él tenía sentimientos encontrados.
En parte, él simplemente no sabía cómo reaccionar a esta situación, él aún estaba nervioso por no saber qué lo había ocasionado – pero había una razón aún más grande.
Es decir, la idea de que no había nadie en el mundo quién pudiera entender la manera en la que él se sentía.
Watanuki acababa de mirar hacia el cielo y se maravilló de su belleza. Pero para alguien con ojos normales, solo era el mismo cielo aburrido, nada especial en lo absoluto. Parecía probable que nadie más en la tierra excepto Watanuki pudiera sentir algo mirando ese cielo. Simplemente era parte de la vida cotidiana. El mundo que Watanuki sentía que era tan grande era solo un camino estrecho a alguien más.
Pero ¿y qué?
¿Realmente él era tan mezquino?
Cuantas más cosas pequeñas lo detenían en su camino, cuanto más se sentaba en lugares donde personas ordinarias lo habían pasado de largo, más miraba a su alrededor con asombro… más sentía que se torturaba él mismo.
Algo estaba mal, se dio cuenta tarde.
La calle desde la escuela al trabajo era una que él transitaba todos los días, parte de su rutina, y frecuentemente estaba perdido en sus pensamientos mientras caminaba, como lo había estado hoy.
Y por eso no lo había notado.
No podía ver las paredes.
Esas paredes negras.
Esas paredes negras que rodeaban como guardas mágicas la tienda donde Watanuki trabaja, esas paredes negras que parecían absorberte hacia la tienda donde los deseos eran concedidos… no las podía ver. Debió poder verlas en el momento que atravesó esta calle, pero…
“¿Eh…? ¿Qué rayos…?”
Su caminata se aceleró, sin poder hacer nada.
Aun cuando su mente se desorientaba, él estaba seguro.
Aunque él ya lo sabía, en algún lugar profundo… estaba claro, tan claro, sin ninguna duda. Convicción llegando a lo inquebrantable. Pero tenía que revisar de todos modos.
Con sus propios ojos.
Tenía que ver.
 

“…Yuko-san.”

El lugar donde Kimihiro Watanuki trabajó.
La tienda donde los deseos eran concedidos.
El lugar donde debía estar… se había convertido en una tienda, decorada de forma llamativa, de cien yenes.

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