Traducción: Shunichi
Corrección: Lindix
ANOTHERHOLiC
LANDOLT-RING AEROSOL
CAPÍTULO 3 "AFTERHOLiC"
Las clases del día habían terminado
sin dificultad, Kimihiro Watanuki dejó las instalaciones de la Escuela Privada
Cross y se dirigió hacia el área de compras más cercana. Planeó hacer nabe para cenar esa tarde y necesitaba
suministros. Su jefa no había especificado exactamente qué tendría que contener
el nabe, así que Watanuki se había
decidido por pato. Y como él iba de paso, también podría recoger hojicha. Él estaba seguro de que había
una tienda de té decente en esa área.
Al final del día, una gran cantidad
de asientos ya habían sido ocupados por estudiantes que comenzaban a llegar.
Pero muchos de esos asientos permanecieron vacíos, y el de Himawari Kunogi era
uno de ellos. Alrededor del ochenta por ciento de la motivación de Watanuki por
ir a la escuela era para ver la cara de Himawari-chan, así que eso lo dejó
abatido.
O debería estarlo.
“Pero…”
Había un pero muy grande.
Él no podía ver espíritus.
Ni uno.
Ninguno.
No importaba cuán lejos miraba, él
no podía ver ni una sola cosa.
Era la primera vez que le pasaba a
Watanuki. Sin importar la condición en la que se encontrara, ni con que se
enfrentara, él jamás había pasado tanto tiempo sin ver algún espíritu.
Se sintió ligero, tan ligero como
sus emociones.
Como si tuviera puesto la piel de
alguien más.
Su cuerpo, su mente, cada célula de
su cuerpo se sentía como si fuesen liberadas. En otras palabras, él estaba de
buen humor. La ausencia de Himawari estaba en una dimensión completamente diferente…
“Inesperadamente así… estoy más
confundido que feliz. ¿Qué está ocurriendo?”
Aparte del hecho de que no podía ver
espíritus, los ojos de Watanuki parecían estar funcionando con normalidad. Nada
inusual, nada fuera de lugar. Pero eso solo hacía el asunto más confuso. Los
espíritus siempre estaban ahí, siempre presentes – simplemente así era el mundo
de Watanuki. Para que ellos repentinamente desaparezcan… ¿Qué podría
significar?
Serizawa y sus otros compañeros no
sabían acerca de los ojos de Watanuki… así que no había nadie con quien él
podía hablar sobre esto. La única persona en la escuela a quien se lo podía
compartir era el presidente de la clase del siguiente salón, un individuo que
sin duda se vería como algún tipo de perro verde si estuviera en un anime
basado en un trabajo de Shigeru Mizuki, pero cuando Watanuki había ido a
encontrarlo a la hora del almuerzo, él había estado ausente, así como Himawari
Kunogi.
Esto debe ser lo que llaman
insolación del demonio.
Bueno. Puede ser un poco
desconcertante, pero si él le preguntaba a su jefa, ella lo aclararía todo. Él
no tenía idea de cuánto tendría que pagarle por eso, pero ¿qué más podría
hacer? El precio sería justo; con Yūko Ichihara, siempre lo era.
El trabajo de Kimihiro Watanuki.
En la tienda donde los deseos eran
concedidos.
La tienda propiedad de Yūko
Ichihara.
“Si hago un buen nabe y la pongo de buen humor ella
podría aclarar todo gratis. En cualquier caso, no puedo estar tranquilo hasta
saber por qué pasó. No puedo decidir cómo reaccionar ante esto…”
Terminó de hacer sus compras y se
dirigió directamente a la tienda.
Había tardado más tiempo en escoger
los ingredientes de lo que había pensado, pero aun así debería estar a tiempo.
Aun así.
Mientras Watanuki caminaba, miró
hacia adelante.
No importa lo que esté pensando,
tenía que mirar al frente cuando caminaba – y no había espíritus en frente de
él.
Cosas que naturalmente habían estado
ahí…
…ahora naturalmente ya no estaban.
El no ver espíritus le hizo darse
cuenta lo mucho que formaban parte de su vida cotidiana. Y a pesar de su buen
humor, estaba un poco nervioso.
Se detuvo, y miró hacia arriba.
El cielo.
Nubes blancas – Sol cegador.
Cielo azul claro.
Cosas ordinarias.
Pero él nunca había visto el cielo
así. Para Watanuki, el cielo era el dominio de los espíritus, su nido, y nunca
estaba de azul claro, sino que siempre era un azul sucio. Un cielo vacío era
una de las cosas poco probables en el mundo. Las nubes y el sol simplemente
eran el trasfondo para los espíritus. Él nunca había sido capaz de mirar las
estrellas con tranquilidad. De hecho, el número de espíritus incrementaba
dramáticamente por la noche. Hasta las personas sin interés en la astrología
podían encontrar la Osa Mayor y Orión, pero a través del filtro de espíritus él
apenas podía hallarlas. Lo que significaba que su viaje de primaria al
observatorio había sido una pesadilla.
Miro hacia abajo de nuevo, y luego a
su alrededor. Revisando todo lo que se podía ver.
Entonces…
“Wow… el mundo…”
El mundo era tan grande.
Él tenía sentimientos encontrados.
En parte, él simplemente no sabía
cómo reaccionar a esta situación, él aún estaba nervioso por no saber qué lo
había ocasionado – pero había una razón aún más grande.
Es decir, la idea de que no había
nadie en el mundo quién pudiera entender la manera en la que él se sentía.
Watanuki acababa de mirar hacia el
cielo y se maravilló de su belleza. Pero para alguien con ojos normales, solo
era el mismo cielo aburrido, nada especial en lo absoluto. Parecía probable que
nadie más en la tierra excepto Watanuki pudiera sentir algo mirando ese cielo.
Simplemente era parte de la vida cotidiana. El mundo que Watanuki sentía que
era tan grande era solo un camino estrecho a alguien más.
Pero ¿y qué?
¿Realmente él era tan mezquino?
Cuantas más cosas pequeñas lo
detenían en su camino, cuanto más se sentaba en lugares donde personas
ordinarias lo habían pasado de largo, más miraba a su alrededor con asombro…
más sentía que se torturaba él mismo.
Algo estaba mal, se dio cuenta
tarde.
La calle desde la escuela al trabajo
era una que él transitaba todos los días, parte de su rutina, y frecuentemente
estaba perdido en sus pensamientos mientras caminaba, como lo había estado hoy.
Y por eso no lo había notado.
No podía ver las paredes.
Esas paredes negras.
Esas paredes negras que rodeaban
como guardas mágicas la tienda donde Watanuki trabaja, esas paredes negras que
parecían absorberte hacia la tienda donde los deseos eran concedidos… no las
podía ver. Debió poder verlas en el momento que atravesó esta calle, pero…
“¿Eh…? ¿Qué rayos…?”
Su caminata se aceleró, sin poder
hacer nada.
Aun cuando su mente se desorientaba,
él estaba seguro.
Aunque él ya lo sabía, en algún
lugar profundo… estaba claro, tan claro, sin ninguna duda. Convicción llegando
a lo inquebrantable. Pero tenía que revisar de todos modos.
Con sus propios ojos.
Tenía que ver.
“…Yuko-san.”
El lugar donde Kimihiro Watanuki
trabajó.
La tienda donde los deseos eran
concedidos.
El lugar donde debía estar… se había
convertido en una tienda, decorada de forma llamativa, de cien yenes.
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